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Carta a benefactores (7)

MISIONERAS DE JESÚS VERBO Y VÍCTIMA
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Tel. / fax 0051 54 511002
E-mail:
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Carta circular
Enero – Febrero - Marzo - 2009

Nuestros muy queridos lectores de nuestros relatos misioneros, es la primera carta del año y ya han transcurrido ¡casi tres meses! qué pronto pasa el tiempo, pero qué maravilloso si lo sabemos emplear para cumplir con el fin por el cual el Señor nos ha puesto en este mundo ¿verdad?

Esta vez hemos recopilado relatos de diferentes centros misionales, experiencias que enternecen y a nosotras nos anima a seguir con más entusiasmo nuestra ardua tarea de modo particular con los niños, que como hemos titulado esta serie de narraciones, son "Nuestra esperanza para el futuro".

Que cada uno tenga una santa cuaresma para que vivamos también la alegría pascual con Cristo resucitado.

El Niño, nuestra esperanza para el futuro

Mes de enero. Todas las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima fueron llegando de sus respectivos centros misionales a la casa Madre de Caravelí, Perú, para los ejercicios espirituales que suelen hacer cada año. Conforme se iban agregando las diferentes comunidades, esperando que fueran llegando las demás, teníamos intercambio de impresiones pastorales en los recreos de cada noche.

En uno de estos recreos se trató de nuestras experiencias con los niños de la catequesis. Dicho sea de paso, ponemos en los niños una atención muy especial, proyectándolos al futuro, con la esperanza de lograr de ellos, cristianos auténticos, capaces de defender su fe. Por ello, el niño en nuestras comunidades asiste a la catequesis desde la edad de dos años. Le hacemos un seguimiento en cada etapa de su niñez, adolescencia y adulto. Volviendo a lo del recreo, hemos gozado una hora escuchando las innumerables experiencias con los niños que nuestras misioneras traían consigo. He aquí algunas de ellas.


Yo no quiero ser malo (Ypehú / Paraguay)

Rober es un niño delgado, moreno, de ojos y cabellos renegridos. Cuando lo conocí era arisco, inquieto, travieso y pleitista. A los pocos días de empezar la catequesis lo encontré jugando a la pelota con otros niños dentro del aula. "Mejor hay que jugar afuera", les dije. Rober dejó de jugar y se sentó. Cuando salí de un pelotazo, rompió un foco de luces, lo llamé y le hablé, escuchaba sin decir palabra y sólo movía la cabeza.

Cuando a mitad del año me encontraba reforzando la preparación para la Primera Comunión, Rober estaba en última fila haciendo bromas tontas y hablando fuerte en guaraní, para llamar mi atención.

Al concluir la lección pedí a Rober se quedase para que me ayude a ordenar el aula. Lo hizo de mala gana con gran ruido de sillas y bancos. Al final le hice tomar asiento e iba contestando a mis preguntas: Venía a la catequesis sin ser obligado, sino porque él quería, vivía con su abuela que lo criaba junto con otros dos nietos, no tenía papá y su mamá vivía lejos por razón de trabajo. Le dije que debía hacer notar que se estaba preparando para recibir a Jesús en su corazón. Habló unas pocas palabras con la cabeza inclinada y se fue.

En los sucesivos encuentros se portó como un caballero, y me sorprendió con sus respuestas acertadas; a veces se quedaba para ayudarme. Sus compañeros le jugaban bromas al verlo cambiado. Pero se notaba que no le era fácil... estaba luchando.

Al finalizar el año, faltando poco para la Primera Comunión, vinieron a mí unos niños para decirme muy alarmados que el Director había echado de la escuela a Rober por mal educado y peleador. Lo había mandado a su casa y que no vuelva más, la preocupación de los niños era: ¿Cómo va a hacer ahora la Comunión? Le mandé llamar, vino a los dos días, estaba serio, como si el peso de sus once años fuera demasiado para él solo, nos sentamos y le pregunté qué había pasado, levantó la cabeza y con los ojos arrasados en lágrimas me contó, en una mezcla de castellano y guaraní, todo lo que había hecho. Me impresionó su sinceridad, no echó la culpa a nadie.

- Siempre hago las cosas mal, quiero portarme bien pero termino peleando.
Me echaron de la escuela porque el profesor no sabe qué hacer conmigo, por eso yo quiero hacer mi Primera Comunión para que Nuestro Señor me ayude. Cuando yo coma a Jesús, va a cambiar "mi suerte", ¿verdad?

Con un nudo en la garganta le dije lo que pude y nos propusimos rezar mucho los dos, se fue pensativo.

No estuve para la Primera Comunión, me dijeron que se le veía muy feliz; además para ese día vino su, mamá. Yo ya no lo volví a ver, se fue a vivir con ella, lejos. Espero que el próximo año retorne a la escuela, sin duda que el día que recibió a "Ñandejará" (Nuestro señor), empezó a cambiar su suerte.

¡Se asustaron cuando les fuimos llevando la Buena Nueva! (Igatimí / Paraguay)

Hace dos años en Igatimí / Paraguay, en nuestras giras misionales íbamos visitando casa por casa y llegamos a los confines, a donde ya no había caminos, pero sí había pequeños ranchos en el interior del monte. Casi al finalizar las visitas llegamos a un rancho, aparentemente deshabitado, ardía a un lado un tronco, sobre la cual había una olla llena de yucas (mandiocas), de uno de los troncos altos de rancho pendía una paloma desplumada, era la comida.

Llamamos y solo salió a nuestro encuentro un porro esquelético que nos ladraba con furia; al poco rato, por un extremo del rancho se asomó una cabecita rubia, con la cara tiznada, le dijimos en guaraní: "Buen día niño, ¿dónde está tu mamá?, se escuchó risas de niños detrás del rancho y comentaban: "hablan guaraní y tienen vestidos largos".

Poco a poco fueron saliendo de su escondite, los más pequeños se asustaron al vernos, nunca habían visto semejantes fenómenos. Con palabras persuasivas conseguimos su amistad; por el camino nos habían regalado huevos y un poco de porotos (judías), se los ofrecimos, poco a poco se iban acercando uno tras otro. Eran un total de seis niños, todos rubios y caritas sucias, en extrema pobreza, algunos ni llevaban ropa puesta, el mayor de los niños fue en busca de la mamá, que no tardó en llegar, era una pobre mujer escuálida, con un niño bajo el brazo y una tina de ropa en la cabeza, venía de río.

Nos invitó a sentarnos sobre unos troncos, le dijimos el motivo de nuestra visita. Conclusión: ningún niño bautizado, los padres no estaban casados, los niños no iban a la escuela, tampoco a la capilla para rezar, ni estaban inscritos en el registro civil; reinaba aquí la pobreza y la ignorancia en todo sentido, bendecimos a los niños, el rancho, la chacra. Les hablamos de Dios en una breve catequesis. Le preguntamos a la mamá qué iba a cocinar, justo lo que nos imaginábamos: yuca sancochada y la paloma también sancochada, nos ofrecimos para ayudarle a cocinar, muy gustos aceptó. Con los huevos que habíamos llevado hicimos tortillas y con la carne de paloma, y el menú fue: yuca sancochada con tortilla de paloma. Fuimos al río con los niños y aseamos a cada cara sucia; habíamos llevado jabón de tocador y al jabonarles las caritas, cerraban los ojitos y contenían la respiración. Después les secábamos caras y brazos con una toalla que también habíamos llevado.

Parecía que nunca se habían lavado y menos con jabón, uno de ellos nos dijo en guaraní: "¡huelo rico!", y olía sus brazos. Les enseñamos cómo debían bañarse cada día, estaban contentísimos con la pastilla de jabón y la toalla que les dejamos; se hicieron nuestros amigos y nos pidieron que regresemos otra vez, les prometimos volver pronto y así lo hicimos, pues esporádicamente llegábamos a ellos llevándoles la Palabra de Dios, la catequesis la intercambiábamos con cuentos, juegos y cantos, la mamá gozaba al ver a sus hijitos cambiados. No cesaba de agradecer cuando le llevábamos algo de alimentos, fruta, ropa, manifestaba su gratitud atendiéndonos lo mejor que podía dentro de su pobreza.

Después de dos años pudimos ver el fruto: Uno de nuestros catequistas, profesor de la zona había preparado a 36 niños para el bautismo, era para agradecer a Dios el ver entre ellos a nuestros cinco niños (el sexto era muy pequeño), sencillamente engalanados, vestiditos de blanco, cada uno con una vela en la mano, después de la ceremonia, al felicitar a sus padres por haberse preocupado de que también sus niños se bauticen, era emocionante verlos llorar de agradecimiento y prometieron que el año siguiente sería la ceremonia de bodas de los papás.

Prohibido ofender a Dios (Santa Clara / Uruguay)

Algunos niños de la catequesis, de once y doce años, que ya habían hecho la Primera Comunión, decidieron formar un club, pero se les presentó el inconveniente del local donde poder reunirse; ambientaron un saloncito de 2 x 2 mts. que antes servía de gallinero. Lo pintaron con cal y escribieron en las paredes algunos avisos como: "Prohibido el ingreso a menores de once años y mayores de doce", dibujaron banderas y escribieron el nombre de los equipos de fútbol: "nacional campeón" y "peñarol".

- Madre, venga a mirar cómo quedó nuestro club, dijo Juan.
- Les quedó muy lindo, dijo la Madre elogiando su obra, ¡qué bonita decoración!

Juan estaba contentísimo, y con el pincel que aún tenía en mano, señalaba un cuadro, una frase que había escrito, preguntando si estaban bien las letras que había puesto, la Madre admirada por su creatividad, iba repasando la mirada por todo el contorno, de pronto reparó en unas letras que estaban en el umbral de la puerta:

- ¿Qué significa esas letras, P. O. D.?
- Aquí dice: "prohibido ofender a Dios"
- ¡Ah! Esto es lo mejor, me alegro que lo hayan puesto con letras más grandes y vistosas. Buen testimonio de que Uds. Asisten a la catequesis. ¡Los felicito!

Para reforzar (Santa Clara / Uruguay)

Se encontraba un grupo de chicos entre 14 y 17 años jugando ping - pong en una mesa que adaptaron en el salón parroquial, era domingo, y esa tarde nos visitaría el sacerdote para celebrar la Santa Misa, estos chicos que se preparan para la Confirmación, han aprendido bien el valor del sacramento, se confiesan cada vez que llega el sacerdote, el Padre, como de costumbre, llegó una hora antes para confesar, era las 5.30 p.m.
En cuanto se les dijo: "chicos, ya está el Padre... tal vez alguno quiere confesarse", se pasaban la voz unos a otros, pero sin dejar de jugar, alguien preguntó:

- ¿Quién va?
- Voy yo... voy yo, dijo Fefo (Federico, un chico de 15 años)
Se fue Fefo y regresó pronto, uno de ellos le dijo:
- ¡Ah¡ Fefo, ¿tan rápido?
- Sí es que casi no tenía pecados... fui no más para reforzar mi alma.

La guitarra compañera (Chilia / Perú)

Estaba en clases escuchando y calificando los cantos que los niños de 1º C habían compuesto a la Virgen del Rosario, por su fiesta; cuando se presentaron tres niñas. Una de las niñas tenía una guitarra, puso el pie sobre una silla y la voz de ¡tres!, empezaron a cantar, la de la guitarra cada vez que me miraba, hacía un ¡razz! con en la guitarra. Terminó el canto y todos los niños aplaudieron, dirigiéndome a las tres niñas les dije:

- El contenido del canto está muy bien, sin embargo, solo tres ¡razz!
Hicieron con la guitarra, si la hubiesen tocado bien tendrían 20 (es la
calificación máxima). ¿De quién es la guitarra?
- La hemos alquilado.
- ¿Y saben tocarla?
- No.
- Si no saben tocar, ¿para qué la han alquilado?
Una de ellas muy apenada respondió:
- Pero Madrecita, Ud, nos dijo que podíamos ACOMPAÑAR nuestro canto con la guitarra y nos ponía 20.

Ante esta ocurrencia, no me quedó más remedio que ponerles la calificación por la cual se habían esforzado, explicándoles, después, en qué consiste el acompañamiento de un instrumento musical.

Los zapatitos de papel (Chuquibamba - Amazonas / Perú)

Bajábamos en sendas mulas, dos Madres desde nuestro convento al próximo pueblito que dista cinco horas a caballo, este pueblo es el más cercano para adquirir unos cuantos víveres y otras compras para la semana, a medida que íbamos dejado Chuquibamba, nos íbamos despojando de la ropa de lana que llevábamos puesta, pues, como Pusaq queda más cerca de la selva, su calor es intenso y el sol sofocante, al dar la vuelta por uno de los empinados cerros, nos encontramos con una niña de unos cinco años, que subía con su mula cargada de las compras que la mamá le había encargado al dueño de la tienda de Pusaq, que atienda el pedido enviado por escrito, cargue la mula y envíe a la niña de regreso con la carga.

La niña estaba sentada a medio camino de herradura, la mula comía yerbas del camino, mientras su pequeña dueña, con los pies descalzos, se entretenía cortando con una piedra filuda un tomate que había extraído de un pequeño cesto. Detuve mi mula y pregunté a la niña:

- ¿Subes sola?
- Sí Madrecita.
- ¿Qué traes en tu mula
- Las compras que me ha mandado mi mamá, para que mañana vaya a vender a Jaja.
- ¿Quién te ha ayudado a cargar la mula?
- Don Perto (era el vendedor de los víveres)
- ¿Qué haces allí sentada? Ya se hace tarde y cuando subas te va a coger la lluvia.
- No Madrecita, hace mucho sol, y las piedras me queman los pies
- ¿No tienes zapatos?
- No Madrecita, mis yanquis (sandalias hechas con la llanta del coche), y mi mamá me va a comprar otros cuando venda la mercadería.
- ¿Vas a comer tomate porque tienes sed?
- No Madrecita, estoy cortando el tomate para ponérmelos en el pie para refrescarlos.

Bajé de la mula y a niña seguía entretenida colocándose trozos de tomate en las plantas de los pies, conmovidas las dos Madres le dimos de beber la limonada que llevábamos en una botella, le alcancé una naranja y un sandwich de atún, tomaba con avidez la limonada tratando de calmar sus sed, ahora mi preocupación era cómo iba a caminar la niña bajo ese ardiente sol, sobre candentes piedras y descalza, recordé que llevaba conmigo unos papeles, tomé los papeles y a manera de botas forré con ellos los piecesitos de la pequeña, y como llevaba hilo e rafia, que suelo tener para algún apuro, le até el papel a los pies, tejiéndole con al rafia a modo de sandalias.

Era la única manera de solucionarle el problema, pues la mula estaba tan cargada, que no había espacio para sentar a la niña sobre ella, le di unos caramelos de limón y nos despedimos de la niña, que se fue felicísima con sus extravagantes botas. Por nuestra parte las dos Madres, continuamos el camino con la idea que cuando vayamos a la ciudad conseguiremos los zapatos o zapatillas para la niña.

Seguro que si seguimos recopilando más experiencias con los niños encontraremos muchas más pero por ahora hemos considerado éstas.

Dios mediante estaremos viajando a España a mediados del próximo mes e abril el número del móvil es el mismo: +34 651 735 191 por si desean comunicarse con nosotras.

Me despido como siempre agradeciendo vuestra generosidad que ahora tiene mucho más mérito con la crisis que tenemos encima, sin embargo están demostrando su profunda generosidad. Que Dios les recompense y les de mucho más.

En Jesús Verbo y Víctima



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Madre Humbelina, MJVV


Donativos: C/C Banco Santander Central Hispano - Congregación Misioneras de Jesús Verbo y Víctima 0049-1892-62-2310521119